Las canadienses Mélina Roberge e Isabelle Lagacé nunca olvidarán el viaje que les llevó el 9 de agosto de 2016 a Sídney, la ciudad más grande y poblada de Australia. Desde el momento del embarque, la travesía tenía todos los ingredientes para quedar grabada en la memoria: lujo, fiesta, glamour y más lujo.
Un plan perfecto para dos jóvenes de 23 y 28 años que retransmitían casi en tiempo real sus movimientos y que fueron la envidia de muchos de sus seguidores. Hasta que dieron con sus huesos en el calabozo.
Hasta entonces, playas, bikinis, maquillaje y cenas de lujo destacaban en las fotografías que distribuían sin parar. No iban solas.
En su camarote había un acompañante inesperado: nada menos que 35 kilos de cocaína. André Tamine, de 63 años, también con pasaporte canadiense, fue detenido ese mismo día en la embarcación. Se le encontraron 60 kilos de la misma droga.
En noviembre, Isabelle Lagacé fue condenada a siete años y medio de prisión. Este miércoles, la juez Catherine Traill leyó la sentencia para Mélina Roberge: ocho años entre rejas. André Tamine escuchará la suya en septiembre. Entre sollozos, la joven reconoció que se dejó seducir por la oportunidad de viajar a lugar exóticos y hacerse selfies para cobrar notoriedad con esas imágenes.
La droga que transportaban habría alcanzado un valor en las calles de 21 millones de dólares australianos (unos 13,4 millones de euros). Se trató de la incautación más importante dentro de un vehículo de pasajeros en la historia australiana.
En un principio, los canadienses negaron cualquier participación en el delito, afirmando que no sabían cómo había llegado la droga a sus camarotes. Primero fue Isabelle Lagacé quien cambió su testimonio en noviembre, cuando reconoció su culpabilidad. Roberge y Tamine decidieron en febrero aceptar los hechos para evitar un juicio, debido a la solidez de las pruebas en su contra y a raíz de la pena que recibió Lagacé.
“Fue seducida por la oportunidad de publicar fotos glamorosas en Instagram. Quería ser la envidia de los demás. Dudo que ahora lo sea”
“Siento rabia y remordimiento por haberme mezclado con personas que forman parte de un comercio de drogas muy sucio”, declaró Lagacé en febrero ante el juez, según The Sydney Morning Herald. Asimismo, reconoció que había pactado el cobro de 20.000 dólares australianos (unos 12.700 euros) a cambio de su participación en el transporte del estupefaciente.
Las pesquisas continuarán, ya que los tres canadienses son solo un pequeño eslabón de un grupo criminal a escala internacional.
Según la cadena TVA de Quebec, los billetes de avión y del viaje en barco, por un valor de 22.000 dólares canadienses (14.100 euros) por pasajero, fueron adquiridos en metálico por un desconocido en una agencia de viajes en Montreal.
Mélina Roberge trabajaba en una joyería del centro de esta ciudad e Isabelle Lagacé se ganaba la vida como camarera en un bar. Por su parte, André Tamine habitaba un modesto apartamento y no se le conocía un empleo estable.
Las autoridades comenzaron a sospechar de ellos por un detalle: Roberge, Lagacé y Tamine abordaron el crucero de lujo Sea Princess en Cork (Irlanda) el 11 de julio de 2016, cuando la siguiente parada sería en Nueva Escocia (Canadá). No era lógico, por tanto, realizar un gasto en un vuelo trasatlántico para volver después al país de partida, así que comenzó un trabajo de seguimiento por parte de los cuerpos policiales de varios países.
Después, el crucero hizo escala en otras ciudades (como Nueva York, Boston, Cartagena de Indias y Panamá) y llegó a Lima, donde se cree que los canadienses recibieron la cocaína.
“Fueron detectadas 10 llamadas entre el móvil de Mélina Roberge y un número peruano”, señaló TVA. El barco continuó su recorrido, deteniéndose más adelante en lugares como Valparaíso y Auckland, para finalizar su viaje en Sídney.
Según Radio-Canadá, la juez afirmó este miércoles que Roberge mostró arrepentimiento, pero que su condena fue unos meses más elevada que la de Lagacé, ya que esta última había aceptado su culpabilidad en noviembre.
“[Roberge] fue seducida por el estilo de vida y por la oportunidad de publicar fotos seductoras en Instagram por todo el mundo. Quería ser la envidia de los demás. Dudo que lo sea ahora”, zanjó la magistrada australiana.
@elpais
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