RALEIGH, North Carolina, EE.UU. Cuando Manasi Gopala llegó a Estados Unidos finalmente tuvo la oportunidad de practicar regata.
Mientras era niña en la India soñaba con el deporte olímpico que veía por televisión. Ahora dos veces por semana jala un par de remos para impulsar su embarcación por el lago Wheeler, muy lejos de su natal Bangalore.
Gopala es una de los muchos indios educados que han llegado en años recientes al Triángulo de la Investigación, una zona de North Carolina que es sede de numerosas empresas tecnológicas, y a otras áreas de Estados Unidos.
La desarrolladora de software de 39 años adquirió la ciudadanía estadounidense hace tres.
“Estados Unidos me había dado la oportunidad que hacer mi propia vida”, dice ella.
Cada vez más, el rostro de la inmigración en Estados Unidos se parece a Gopala.
Mientras Donald Trump habla de construir un muro fronterizo y deportar a 11 millones de inmigrantes no autorizados que son hispanos en su mayoría, y en momentos en que persiste el debate sobre la inmigración no autorizada, en la actualidad hay más probabilidades de que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos provengan de Asia que de México o de Latinoamérica.
Y comparados con los estadounidenses en general, los inmigrantes actuales son bien educados y emprendedores en una forma desproporcionada con el resto de la población. Están transformando al país en maneras enormemente ignoradas por el forcejeo político en torno a cómo la inmigración está afectando la cultura, la economía y la seguridad nacional estadounidenses.
Hasta hace tres años, de acuerdo con datos del censo, la India y China eclipsaron a México como la principal fuente de inmigrantes que llegan a Estados Unidos, autorizados o no. En 2013 llegaron legalmente al país 147.000 chinos y 129.000 indios, ya fuese por trabajo, como estudiantes o con visas de familia.
Ahora hay también más probabilidades de que sean ciudadanos estadounidenses. Casi la mitad de los inmigrantes mayores de 25 años —18 millones de personas— se naturalizaron, en comparación con solo 30% en el año 2000, de acuerdo con cifras del censo.
Simultáneamente, más mexicanos sin documentos migratorios están regresando a casa. El número de mexicanos que viven sin permiso en Estados Unidos bajó casi 8% en los últimos seis años a 5,85 millones, según el Centro Pew de Investigaciones. Las detenciones efectuadas por la Patrulla Fronteriza, una medición de los cruces no autorizados, alcanzaron su nivel más bajo el año pasado desde 1971.
Con la cantidad de estadounidenses nacidos en el extranjero en su mayor nivel en un siglo, la inmigración desafía cada vez más los estereotipos que tienden a dar forma a las conversaciones sobre el tema.
A considerar: un 40% de los inmigrantes indios tienen un título universitario, comparado con menos del 12% de los estadounidenses nativos. Y el sueldo promedio de un inmigrante indio supera los 100.000 dólares anuales, el doble que la media en Estados Unidos.
El resultado de este flujo reciente es que los más de 40 millones de inmigrantes de Estados Unidos reflejan cada vez más los extremos del espectro económico del país, desde los titanes tecnológicos súper ricos a los pobres empleados agrícolas.
Los cambios saltan a la vista en una visita a North Carolina, un estado electoralmente estratégico. La proporción de inmigrantes en la demografía estatal se ha cuadruplicado desde 1990 a casi 8%. Tendencias similares han emergido en Georgia, Colorado, Oregon y Washington.
Ninguno de estos estados se acerca al más de 20% que hay en California y Nueva York, donde se concentran en gran medida los inmigrantes chinos educados. Sin embargo, las transformaciones son evidentes cuando se recorren las densas autopistas que conectan el Triángulo de la Investigación de North Carolina.
Los inmigrantes indios han dejado su sello distintivo en esta área. Sus crecientes números han establecido una extensa comunidad que facilita la integración de los recién llegados. Cuando se les preguntó sobre cómo fueron recibidos en la comunidad, casi una decena de inmigrantes asiáticos dijo que en general habían sido aceptados con calidez a pesar del furor nacional sobre la inmigración.
“Ahora si uno viene de la India, en realidad no necesita saber nada más”, dice Pranav Patel, un desarrollador de software de 57 años. “El sistema está aquí para ayudarte a adaptarte. No hay penurias reales”.
Cuando la Sociedad Hindú de North Carolina celebró el día de la independencia de la India en agosto, llegó una persona destacada y ajena al lugar: el gobernador Pat McCrory, un republicano en una acalorada campaña para reelegirse que en gran medida ha estado impulsada por la aplicación de mano dura contra la inmigración no autorizada.
“Esto es lo mejor de Estados Unidos”, dijo mientras compartía el escenario con una estatua de Mahatma Gandhi de tamaño natural. “Esto es lo mejor de la India. Trabajamos juntos. Aprendemos juntos. Podemos rezar juntos. Juntos amamos los valores familiares”.
Los sentimientos de los estadounidenses en torno a la inmigración se han endurecido en su mayor parte a lo largo de líneas raciales, políticas y demográficas. En general, el sentir hacia los trabajadores inmigrantes sigue siendo negativo. Pero el sentimiento ha mejorado desde 2006, posiblemente una señal de que el crecimiento de los inmigrantes calificados ha comenzado a dar una nueva forma a las actitudes, de acuerdo con un sondeo de Pew dado a conocer este mes.
Dos terceras partes de los republicanos y 54% de los blancos opinan que la inmigración daña a los trabajadores estadounidenses. Pero la mayoría de los demócratas, los hispanos y las personas con educación universitaria piensan que los inmigrantes mejoran la sociedad.
En comparación, casi todos los economistas ven a los inmigrantes como útiles —esenciales incluso— para la continua prosperidad del país. A medida que el envejecimiento de la población en Estados Unidos causa más jubilaciones, la mayoría de los economistas dicen que los inmigrantes son necesarios para incrementar la fuerza laboral y sostener el crecimiento general.
La retórica antinmigrante tiene preocupada a Gopala. Ella se siente afortunada de que ya no forma parte de los millones de extranjeros que todavía están solicitando la residencia en Estados Unidos.
“Tuve mucha suerte de que mi tarjeta de residente permanente fuera procesada cuando la inmigración no era una mala palabra”, dice Gopala. “Estados Unidos me ha dado la oportunidad de hacer mi propia vida. Cuando naces en la India, tu vida ya está escrita. Pero aquí, eso no es verdad”. AP/Por Josh Boa.
@DiarioLibre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario